jueves, 22 de julio de 2010

ANTONIO MACHADO









Leonor, Guiomar, la madre y España son grandes símbolos en la poesía de Antonio Machado. Asimismo, un valor preponderante juega el tiempo, en el dinamismo del quehacer poético.
Rompiendo los esquemas que propusieron y cultivaron casi todos los integrantes de la Generación del 98, Machado pone a prueba la posibilidad de escribir con un lenguaje sencillo, clavado en lo más hondo de las emociones de los seres humanos, que no solo disfrutan la vida; antes bien, la cultivan, la idolatran.
Pasea por la geografía de su patria con las habilidades de un fotógrafo. Le es suficiente y mejor el uso de la palabra y, cada vez que lo desea, es el maestro que nos desafía a las reflexiones esenciales sobre nuestros roles en el mundo y sobre la ética en nuestra actitud ante las cosas, ante los otros seres humanos y ante el universo.
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YO VOY SOÑANDO CAMINOS

     Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
 a lo largo del sendero...
- La tarde cayendo está -.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón."
     Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
     La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
    Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada."
(De: Soledades).

ABRIL FLORECÍA

     Abril florecía
frente a mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas  blancas
de un balcón florido,
vi las dos hermanas.
La menor cosía,
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la más pequeñita,
risueña y rosada
- su aguja en el aire -,
miró a mi ventana.
La mayor seguía
silenciosa y pálida,
el huso en su rueca
que el lino enroscaba.
Abril florecía
frente a mi ventana.
     Una clara tarde
la mayor lloraba,
entre los jazmines
y las rosas blancas,
y ante el blanco lino
que en su rueca hilaba.
- ¿Qué tienes - le dije -
silenciosa pálida?
Señaló el vestido
que empezó la hermana.
En la negra túnica
la aguja brillaba;
sobre el velo blanco,
el dedal de plata.
Señaló a la tarde
de abril que soñaba,
mientras que se oía
tañer de campanas.
Y en la clara tarde
me enseñó sus lágrimas...
Abril florecía
frente a mi ventana.
     Fue otro abril alegre
y otra tarde plácida.
El balcón florido
solitario estaba...
Ni la pequeñita
risueña y rosada,
ni la hermana triste,
silenciosa y pálida,
ni la negra túnica,
ni la toca blanca...
Tan sólo en el huso
el lino giraba
por mano invisible,
y en la oscura sala
la luna del limpio
espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcón florido,
me miré en la clara
luna del espejo
que lejos soñaba...
Abril florecía
frente a mi ventana.
(De: Canciones).

CONSEJOS

I

     Este amor que quiere ser
acaso pronto será;
pero ¿cuándo ha de volver
lo que acaba de pasar?
    Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es Nunca jamás!

II

Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar;
la monedita del alma
se pierde si no se da.
(De: Humorismos, fantasías, apuntes)   
¿ERES TÚ, GUADARRAMA...

     ¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?
      Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.
(De: Campos de Castilla

PROVERBIOS Y CANTARES

XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vida atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
seno estelas en la mar.
(De: Campos de Castilla).

DOS SONETOS A GUIOMAR

I

Perdón, Madonna del Pilar, si llego
al par que nuestro amado florentino,
con una mata de serrano espliego,
con una rosa de silvestre espino.
    ¿Qué otra flor para ti de tu poeta
si no es la flor de su melancolía?
Aquí, donde los huesos del planeta
pule el sol, hiela el viento, diosa mía,
     ¡con qué divino acento
me llega a mi rincón de sombra y frío
tu nombre, al acercarme el tibio aliento
     de otoño el hondo resonar del río!
Adiós: cerrada mi ventana, siento
junto a mí un corazón...¿Oyes el mío?

II

De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
    miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.
     La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de tu llama
     y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.
(De: Cancionero apócrifo)



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